Silencio en la sala.
El Cardenal Sarah me gusta como escribe, tiene un buen numero de libros que no solo sirven para aquellos que nos nos vemos en estos espacios sino para todo aquel que quiera ahondar en un encuentro más intimo con el Señor. Uno de sus últimos libros habla acerca del silencio. El titulo de su libro la Fuerza del Silencio.
He aquí algunas de esas perlas de su libro a propósito de mi reflexión de hoy.
El hombre que domina su lengua controla su vida como el marinero domina la nave. Y al contrario el hombre que habla demasiado es un navío borracho
– Arrastrado hacia fuera por la necesidad de contarlo todo, el charlatán se halla lejos de Dios y de cualquier actividad profunda. No le queda tiempo para recogerse, para pensar, para vivir en profundidad. Con la agitación que crea en torno a él, impide a los demás el trabajo y el recogimiento fecundos. El charlatán, vano y superficial, es un ser peligroso.
– La costumbre tan extendida hoy de testimoniar en público gracias divinas concedidas en lo más íntimo del hombre, lo expone a la superficialidad, a la autoviolación de la amistad interior con Dios y a la vanidad.
– Nuestra época abomina de aquello a lo que nos conduce el silencio: encontrar a Dios, maravillarse y arrodillarse ante Él.
En la Sagrada escritura encontramos muchísimas frases que nos invitan al silencio y a refrenar nuestra lengua. Por ejemplo el Apóstol Santiago nos dice " Así también la lengua es un miembro pequeño, y {sin embargo,} se jacta de grandes cosas. Mirad, ¡qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego "! y el libro de los Proverbios nos previene "El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de angustias.
Mi reflexión de la mañana versa sobre el silencio. Al escuchar y leer que también es escuchar, vemos como no se refrena la lengua. Se escribe y se dice sin medir las consecuencias, dejándonos llevar por un aparente anonimato o por la misma experiencia de lo inmediato sin recurrir a la memoria de lo que hemos y nos han hecho.
Vemos como los comentarios, las explicaciones, la alocuciones a cambio de generar e invitar a la tranquilidad lo que hacen es generar rabia, venganzas, descalificaciones y sanciones. No se busca el bien y el bien que quieren hacer conmigo no me gusta.
Hay un tedio al recogimiento, hay un miedo a quedarse en silencio, todo debe ser vomitado, todo debe ser mostrado por esas imágenes y todo queda a merced de las suposiciones. Que terribles son las suposiciones basadas en el corazón que esta enfermo. No nos damos tiempo para pensar, dejamos que los demás piensen por nosotros o nos digan lo que tenemos que decir y hacer.
He ahí una realidad que nos acontece, no nos damos tiempo para pensar. Esa dulce tarea de sentarnos a rumiar lo que nos dicen, quién nos lo dice, porqué nos lo dicen. Y no simplemente el repetir lo que la opinión manipulada quieren que digamos y hagamos. No será que estamos siendo llevados como bandera por el viento?.
Debemos detenernos, caminar despacio y no dejarnos llevar por la inmediatez de la prisa de lo visceral y emocional. A menudo veo como aún utilizando lo sagrado, lo amañamos de tal manera que en apariencia es recto pero lo que lleva es vanidad y deseo de vanagloria. Hay personas que animadas por la vanidad y el deseo de ser vanagloriadas y rodearse de seguidores o discípulos, tienen visiones, alocuciones privadas y las presentan como mensajes divinos, se hacen rodear de una aureola de seudo santidad maquillada para que inpensantes los idolatren y todo aquel que se oponga se convierte en enemigo.
En todo eso se ve no el silencio, sino la gritería desesperada por ser el centro y afán de ese lucro que calma sus pobrezas existenciales y coloca muros para no ver sus necedades.
Es un buen ejercicio de cuarentena callar por un momento los sentidos y acallar los ruidos interiores y quedarnos en esa paz que nos da el estar escuchando al que realmente nos sabe hablar. Por eso es tan importante la contemplación, la oración que lleva a la escucha del que tiene mucho que decirnos y tomarlo es su Palabra y mirarlo en su humanidad Eucarística. Tan profundo era el Señor y tan ejemplar para nosotros cuando insistía en retirarse a un lugar tranquilo a orar.
Me da la impresión que estamos muy volcados hacia afuera, muy inquietos y ansiosos por los resultados, nos hemos metido en la mentalidad de los resultados inmediatos plausibles y no en los procesos y construcciones solidas. Me apasiona ver las construcciones y proyectos del pasado, tan durables en el tiempo. Sería que había más tiempo para pensar, para observar y corregir. En la inmediatez no hay tiempo para la corrección hay tiempo para los resultados, para el color, para lo práctico.
No han pensado cómo una muralla china se sostiene, unas piedras incas en lo alto de la montaña aún siguen soportando a la intemperie la historia, como unas catedrales conservan su belleza original y un puente común sigue sirviendo después de miles de años el paso inclemente de los peregrinos y comerciantes?. Mi respuesta es: había tiempo para contemplar, había tiempo para sentarse a la vera del camino a contemplar procesos. Recuerdo en la historia de Florencia como la gente cada día después de sus labores iba y se sentaba a mirar la elaboración de la cúpula de la catedral mientras compartía las avemarías y los sonidos guturales de admiración.
Es tiempo de silencio, es tiempo para pensar, es tiempo de rumiar. No nos dejemos angustiar por la veleidad de los que quieren lo inmediato o lo mediático, ni tampoco por los clarividentes de la vanidad y de su soberbia, dejémonos deleitar por la construcción simple y sencilla del Pajarito que va elaborando su nido.
Con Dios a golpe de sorpresas.