Los invito a....



«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».

Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 


He amanecido con un sentimiento de contrariedad al escuchar por todas partes estrategias para lo que se avecina las próximas semanas, estrategias de toda clase. Y eso esta bien pero no encontraremos a alguien que sin miedo desde los medios y desde los puestos de autoridad de nuestro país, sea capaz de decir: Los invito a orar. Bajo ese velo malévolo de sacar a Dios de lo público se ha introducido un temor de invocar el nombre de Dios y con humildad decir que necesitamos de Êl. Creo que hoy necesitamos con mayor urgencia esa  PARRESIA (El término está tomado del griego παρρησία que significa literalmente «decirlo todo» y, por extensión, «hablar libremente», «hablar atrevidamente» o «atrevimiento». Y Parresia para hablar libremente de Dios y de su poder.

Que tristeza me da cuando antes de hablar de Dios muchos de nosotros en los espacios públicos decimos: "disculpe si molesto o ofendo a alguno". Dios es claro en su Palabra el que se avergüence de mi delante de los hombres yo me avergonzare de ellos delante de mi Padre del cielo. Durante estos días estamos leyendo el libro de los Hechos de los Apóstoles en el vemos la Parresìa de los apóstoles.

En los Hechos de los Apóstoles la franqueza en el anuncio del evangelio se convierte también en la «valentía» dada por el Espíritu Santo en situación de persecución: «Los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía (metà parrēsías) la palabra de Dios» (Hch 4,31). Así, «la parrēsía es la virtud apostólica por excelencia». Pero la novedad cristiana tiene que ver ante todo con la relación con Dios. Habitado por el Espíritu Santo recibido en el bautismo, el cristiano puede dirigirse al Padre de forma «libre y confiada», como un hijo, que se atreve a decir: «¡Abba, Padre!» (Gal 4,6; cf. Ef 3,12; Heb 4,14-16). «Así, pues, la parrēsía es aquella confianza en el amor de Dios, amor que Dios manifiesta cuando escucha las oraciones que se le dirigen, amor que Dios manifiesta y manifestará en el día del Juicio (cf. 1 Jn 4,16-17)»

No tengamos miedo, no dejemos que las tinieblas del tiempo presente nos cubran también a nosotros y nos dejemos amilanar y cerrar la boca ante el mal. Los invito a orar, a tiempo y a destiempo, no simplemente como un momento puntual sino como una actitud constante. Así como respirar es para el hombre vital,  así el orar es vital para la vida del alma. 

Es en este tiempo en el cual nosotros debemos volver al Señor con todo corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Es el tiempo que tenemos para estar en casa si, pero orando esperando que la plaga pase y podamos salir hacia la tierra prometida. El pasaje del libro del Éxodo en el que los israelitas aguardan encerrados en sus casas rezando esperando que pase la plaga exterminadora en Egipto es una buena enseñanza para estos días en los que el estado de alarma nos mantiene confinados en nuestro  hogares. Estoy muy de acuerdo con todo lo accesorio pero no debemos olvidar lo fundamental.“Se nos está pidiendo mucho que seamos prudentes, que nos pongamos mascarillas y nos lavemos las manos con frecuencia” pero recuerda que son pocos los que nos invitan a orarNo es muy difícil decir: Oremos por el fin de la Pandemia y repetir esas sencillas y poderosas oraciones que con fundamento Divino y Revelado nos ha enseñado Dios. Claro que no. No es difícil.

Los invito a orar. No nos dejemos callar por los que prefieren servir a los hombres y no a Dios. 

Con Dios a Golpe de sorpresas


Sal 33,2.9.17-18.19-20

R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.  R/.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.  R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

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