El Señor dijo a Moisés


En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:


Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto". 

Con estas Palabras el capítulo 32 del libro del Éxodo nos presenta una escena que no podemos pasar por alto y asociarla a la realidad que estamos viviendo hoy. Hay algunos momentos en los que leo la Palabra de Dios y pareciese que uno estuviese leyendo el periódico del día, pues se nos presenta tan actual, tan de titular del día.

Moisés ha ido ha encontrarse con Dios en la montaña, ha ido a estar con Dios cara a cara. Son esos momentos de subir a la montaña y estar con él, un diálogo de amigos, un diálogo cara a cara, así como nosotros lo hacemos en el momento de la adoración. Dios habla con Moisés cara a cara. Y en medio de ese encuentro surge una premura de Dios un grito de Padre al ver abajo a su pueblo. 

Moisés se podía hacer el indiferente, Moisés había podido delegar la tarea y quedarse en la comodidad de la oración en la montaña, recordemos aquella frase de Pedro en la Transfiguración, Señor que bueno es estar aquí hagamos tres chozas. Pero lo que sucede es que Dios le envía a Moisés a bajar. Anda baja de la Montaña. En ello encontramos una enseñanza apremiante, la montaña del encuentro con Dios nos debe llevar a bajar y encontrarnos con lo que le preocupa a Dios en el Pueblo.

La preocupación es que se han hecho un dios  a su medida. Han construido un nuevo mundo sin la memoria del Dios que había hecho proezas, ese Dios que los conoce desde el seno materno, que los ha llevado debajo de sus alas, ese Dios que los esta llevando a la Tierra que mana leche y miel. Pero el pueblo so excusa que Moisés no está, que se ha demorado, ellos comienzan a bailar alrededor de sus deseos y a postrarse ante sus placeres. No puede ser que siempre culpemos a los otros de nuestros pecados. 

La expresión de Dios me encanta. Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Nos conoce el Señor totalmente. Somos de cabeza dura, testarudos. No aceptamos razones y los mandatos los suavizamos.              " Ustedes no sabe quién soy yo". La ira de Dios se va encender contra el Pueblo para consumirlos. Sin embargo la oportuna intervención y  intercesión de Moisés hace que Dios, escuchémoslo bien: Se arrepienta. 

¿Cómo puede ser posible eso? . He ahí la fuerza de la oración de intercesión. Pero la oración de intercesión no es la idea de un Dios "camarero cósmico" ... listo para servir. Es la realidad de Dios que ha hecho un pacto de amor con su Pueblo, el cumple su promesa pero exige de nosotros una respuesta. El problema esta en que queremos todo de Dios pero sin ninguna exigencia de nosotros. 

Danos joyas, brazaletes, danos fuego y madera y todo lo que necesitamos para construir nuestro becerro, becerro que dicho sea de paso le dedicamos todo nuestro tiempo, afectos y dinero. Olvidando por su puesto que todo viene de él. Por ello la idea del Dios celoso es tan disiente en la Sagrada Escritura. Te he dado todo y tu has caído en adulterio. 

Creo que cada uno de nosotros hoy con premura escuchamos su Palabra que nos dice: anda baja y rescata a mi pueblo. A ese pueblo que es mi pueblo. Pienso que por pasar mucho tiempo abajo sin subir a la montaña nos endiosamos y pronto olvidamos de escuchar la voz que resuena desde lo alto de la montaña. Supongo que también el creernos todo poderosos. Podemos todo.

Hoy es una buena oportunidad para subir en adoración y dejar de ser cabeza duras, la Adoración Eucarística es esa bella oportunidad para encontrarnos con él cara a cara y con la fuerza de la oración cambiar el destino del mundo. Cambia Señor nuestra realidad y renueva todas las cosas por tu bondad. 

Con Dios a Golpe de sorpresas. 







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