Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí –dice el Señor–

El remedio consiste en la elaboración de una serpiente de cobre y todo aquel que era mordido la miraba y curaba. Es curioso por que hoy día también para la mordedura de una serpiente se usa el suero antiofídico que proviene de la misma serpiente. Por qué quiero recalcar esta particularidad?.
La serpiente que muerde representa la realidad del pecado del pueblo, es la consecuencia del mal causado que genera muerte, pero cuando el pecado es puesto en lo alto comienza convertirse en remedio. Es decir, mientras que no reconocemos el pecado no somos curados. El antídoto consiste en el reconocimiento claro de nuestro pecado, es colocar afuera lo que nos esta envenenado dentro. Allí comienza la verdadera sanación. Por haber rezongado contra Dios me vino la muerte, coloco fuera en lo alto mi pecado y comienza la sanación. Mi reconocimiento de mi pecado es el primer camino para la cura.
Ahora mismo vemos como serpientes venenosas están mordiendo a la humanidad, rezongamos y negamos a Dios al punto de no reconocer su acción en el mundo. Somos mordidos y estamos muriendo. Y cuál es el antídoto? Los cristianos debemos buscar el remedio y el antídoto –como los israelitas mordidos por las serpientes del desierto– en el único lugar donde se encuentra: en Jesucristo y en su doctrina salvadora.
Es levantar nuestras miradas y nuestros corazones en serio hacia él. Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él. Cristo en la Cruz es la salvación del género humano, el remedio para nuestros males. Fue voluntariamente al Calvario para que el que crea tenga vida eterna, para atraer todo hacia Él.
Mirar a la Cruz es mirar a aquel que ha cargado el pecado de la humanidad para que como remedio todos vayamos a él y seamos curados. No estoy de acuerdo con la expresión que dice que Cristo murió por nuestro pecados y por eso somos salvos. Y no estoy de acuerdo por que tanto el relato de el libro de los Números como el Evangelio según San Juan son claros en decir que miraron. Debe haber una acción de nuestra parte, una respuesta activa de fe. No basta con decir que hay una cura para una enfermedad si yo no la tomo. Sería tan tonto como decir que en algún lugar hay una cura para mi mal y no hago nada para ir a conseguirla y tomarla.
Hay una oración que aprendí de muy pequeño. En aquel peñón dorado esta Cristo crucificado, coronado esta de espinas una llaga en su costado, la sangre que derramó cayó en un cáliz sagrado, venid pecador bebed, quien viviera de esta sangre será limpio y perdonado en esta vida y en la otra será salvado. Quien la sabe y no la reza, quien la oye y no la aprende en el día del juicio final verá lo que esta oración contiene.
He ahí en una simple oración aprendida en la tierna infancia de una abuela sin doctorados en teología la verdad sobre la cruz. La cruz con la medicina pendiendo de amor para ser comido, el nuevo maná bajado del cielo.
No podemos ser curados sin sentirnos enfermos.Y no podemos ser tan tercos de estar enfermos y rechazar el remedio. No podemos apartar nuestra mirada del Señor, sobre todo ahora cuando vemos los estragos de la serpiente que esta mordiendo a la humanidad, el enemigo esta al acecho a nuestro alrededor. Nadie es inmune por sí mismo. Busquemos el rostro del Señor, hoy tomemos un tiempo para mirar la cruz y déjate bañar de su infinito amor que lleno de misericordia quiere lavar toda tu vida, ser remedio para tu vida. Debemos buscar la fortaleza en el trato de amistad con Jesús, a través de la oración, de la presencia de Dios a lo largo de nuestra jornada y en la lectura de su palabra. Nos vemos en misa.
Con Dios a golpe de sorpresas.
¿Por qué las serpientes son el emblema de la medicina?
Elaphe longissima, cuya cabeza mira hacia la izquierda y está enroscada en una vara fina.
Elaphe longissima, cuya cabeza mira hacia la izquierda y está enroscada en una vara fina; una rama de laurel y otra de roble. Estos son los elementos del símbolo de la medicina, también denominado bastón de Esculapio que apareció en el siglo IX a.C. Cuenta la leyenda que el médico griego Esculapio estaba en casa de Glauco, quien se hallaba al borde de la muerte. En ese momento, apareció una serpiente y Esculapio la mató con su bastón. De repente, otra culebra entró en el dormitorio llevando en su boca unas hierbas con las que revivió al reptil que yacía muerto ofreciéndoselas en su boca. El médico administró entonces esas mismas hierbas al enfermo, que sanó. Esculapio fue un personaje real, un médico notable y respetado que vivió en Tesalia. Después de su muerte fue inmortalizado, se inició la leyenda y fue venerado. Se le representa como un hombre de edad, barbudo, con una larga cabellera recogida con una diadema.