Acechemos y asechemos al Justo.


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SE decían los impíos, razonando equivocadamente:

«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:

se opone a nuestro modo de actuar,

nos reprocha las faltas contra la ley

y nos reprende contra la educación recibida;
presume de conocer a Dios
y se llama a sí mismo hijo de Dios.
Sabiduría (2,1a.12-22)


El libro de la sabiduría nos presenta hoy una profecía acerca de lo que le acontece a Jesús en los últimos días de su vida terrenal pública. Las autoridades del Templo, el pueblo y sus enemigos en general buscan tomar a Jesús en expresiones y comportamientos con los cuales acusarlo y tener motivos para sentenciarlo a muerte. La expresión es muy curiosa, "asechemos" o "acechemos", (En todo caso al referirnos a asechanza debemos insistir que es un engaño o artificio para hacer daño a alguien),cuál creemos que es el propósito de hacerle daño?. El texto nos resulta claro. Nos resulta incomodo. La incomodidad radica en que sus Palabras llevan a cambios de comportamientos, devela vicios, mentiras y acciones que van en contra de lo mandado por Dios. La solución para ellos es asecharlo-acecharlo, para tener cualquier motivo para quitarlo de en medio. 

Sin embargo, Jesús con toda la autoridad no echa en cara sus malas acciones para acusarlos sino para salvarlos. Su predicación no lleva como finalidad hacer sentir mal al que lo escucha sino que se dé cuenta de su conducta y vuelva al camino de la Ley. 

Veamos: En nuestra cotidianidad qué hacemos con aquel que nos llama la atención sobre X comportamiento ya sea verbal o no verbal que estamos haciendo. Normalmente la mayoría de las veces justificamos nuestras acciones o respondemos con violencia o hacemos una mímica de agrado y agradecemos con la espalda esperando la ocasión y asechando-acechando para poder en el futuro -ojalá sea inmediato- para con un suave dedo acusador y la expresión " y usted que dice si...." sacarse la espinita. 

Qué hizo Jesus ante estas situaciones ?. Seguir predicando en la acción, es decir un testimonio vivo con obras y Palabras que su vida iba en coherencia con su misión de salvarnos. Ok, alguno dirá pero es Dios y lo puede hacer y nosotros ?. He ahí el grande desafío de nuestra diario vivir.  

Cada uno tenemos nuestra realidad de cometer pecados unos más en una materia que en otra. Pero el camino no es justificarlos con la expresión si todos lo hacen, aún los sacerdotes, el camino va del deseo de agradar y hacer lo que Dios le agrada. He ahí el camino de la verdadera conversión y el deseo de santidad. Si nuestra vida de fe depende de lo que los otros hagan y en tratar de acomodarme al comportamiento del mundo para no desencajar en la lógica de ese ser feliz  aparente, si mi rebeldía me lleva a alejarme de Dios entonces no tengo deseo de Cielo ni de Dios. 

No se trata de comportamientos simplemente éticos, se trata de Dios. Somos consientes de nuestro pecado y la verdad sea dicha Jesús vino por nosotros, el objeto de su Encarnación es nuestra salvación. Y la manera de hacerlo no es por la condenación. Él no nos asecha para acusarnos de nuestros pecados y tener motivos para descargar su furia sobre nosotros. No. No es así. Es el Dios que llega a cada uno de nosotros y se unta de nuestro pecado, sana nuestras rebeldías y nos levanta de nuestras miserias. Su pedagogía es la del amor. Lo que él desea más ardientemente es compartir con nosotros su mesa y su deseo es que nos sentemos en ella con las manos limpias y podamos comer de su Pan y preparar nuestro cielo. 

El modo ordinario de hacerlo se llama arrepentimiento- reconciliación, vuelve a él y en medio de tu vida saca un momento a solas y con un grande pecador arrepentido digamos el salmo 50. El Rey David como tú y como yo fue amado de Dios, escogido por él. Humanamente con defectos y pecados. Pero al ver su humanidad no la justificó lo que hizo fue volver a la casa del Padre. Los santos cometieron pecados, pero en Palabras de San Pablo donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. Gracia de Dios que fue para volver con el corazón contrito a la presencia de Dios. 

Hoy se nos ofrece un momento de gracia. La indulgencia plenaria. Advierto de paso que sólo desde la Fe podemos entender éste momento. El mundo sin fe no entiende de qué se trata ello. Pero desde la experiencia de la Resurrección, desde la experiencia apostólica de lo que ellos vieron, tocaron y escucharon nosotros podemos comprender de qué se trata. Desde la Palabra hecha carne.

Al cielo no puede entrar nada manchado. Lo de hoy es acudir al batanero que deja nuestra túnica tan blanca como el día del bautismo. Es volver a esa gracia inicial. Pero hay que ir. No es algo automático, no es algo que se dá sin quererlo, ni entenderlo. Desea con todo tu corazón, con esa contrición (Arrepentimiento por haber obrado en desacuerdo con la voluntad de Dios y propósito de no volver a actuar mal en adelante.) que seas devuelto a esa gracia de poder quedar totalmente limpio y volver a el estado de donde nacimos. La intimida de Dios. 

Ayuno+oración+Contrición+obras de amor = La verdadera felicidad.

Y recuerda con Dios a Golpe de sorpresas.



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