Jesús nuestra Salud y Remedio Aleluya.


Hace unos meses en la noche de Navidad en el calor del hogar proclamábamos juntos la novena de aguinaldos con aquella hermosa sentencia de que un niño se nos ha dado como salud y remedio. En el momento no entendía porque esa frase se repetía una y otra vez en mi cabeza y cobraba vida en cada predicación en cada acción litúrgica y diálogos afectuosos. 

Una frase que hemos repetido por tantos años al calor de las reuniones familiares y empresariales, que se proclama en todos los espacios de fe y aquellos en los cuales se usa la fe. 

Hoy he de decir que se esta haciendo realidad esta promesa de Dios para nosotros en este tiempo de Pascua. El camino que estamos recorriendo como humanidad ha tenido un frenazo chirriante y apremiante, casi todo se ha parado, nuestras seguridades han colapsado, los cimientos se han estremecido y las gritas se hacen más pronunciadas. 

El camino se hace oscuro. Y es allí en medio de estas realidades tan patentes donde se ha abierto paso la esperanza hecha carne, la carne hecha esperanza. Dios desde la montaña nos esta hablando, vuelvan a mi. 

Hemos tenido la experiencia maravillosa de hacer de nuestro hogar esa frase tan trillada por el Magisterio, la familia como Iglesia doméstica. Ha sido realmente espectacular y si se hubiese hace unos meses planeado no hubiese salido tan bien. Se imaginan que uno de nosotros hubiese dicho los invito para que hagamos una semana así. Se imaginan los peros, los detractores y los pesimistas.

Sin embargo la gracia Dios actual ha sido operante. Para mi como cura de almas ha sido impresionante ver como con tanto fervor iniciamos los días santos. Abrimos de par en par las puertas de nuestra alma y hogares a la acción de Dios en acción. Desde amistad incondicional de la casa de Betania a la cual Jesús ama como suya. Preparamos su entrada triunfal en nuestros hogares y colocamos en nuestras puertas las ramas que proclaman el HOSANNA, Dios sálvanos por favor. Ese susurro de nuestros labios que se convirtió en un eco que llegó a cada uno de los rincones de nuestra existencia. La familia unidad en oración ha comprendido que en el encontramos nuestra razón de Fe y esperanza. Proclamamos a Jesús como nuestro Rey. 

Reafirmamos nuestra esperanza cuando en unidad de corazones, clamamos al Señor, escucha el clamor de nuestro pueblo. Y unidos sacrificamos el Cordero y colocamos su sangre en nuestras puertas, esa hermosa cruz, cruz santa que es la sangre del Cordero nuestro, el que quita el Pecado del mundo. Me impactó ver en cada hogar, en cada puerta, en esos altares al que nos puede sanar. La Cruz no es un signo sin contenido, es un madero con un Cuerpo. Una de las grandes confianzas que tengo es que los hogares nuestros donde esta la cruz en nuestras puertas y en nuestros altares, el ángel de la muerte pasará de largo.  Y a los mordidos los esta curando. He ahí nuestra confianza, he ahí nuestra certeza. Hemos hecho una lectura tan real desde el camino de la Cruz, en nuestras reflexiones nos unimos tan profundamente con Cristo que nos hicimos otros Cristos. 

Vimos tan real su sufrimiento porque nosotros mismos estamos recorriendo ese Viacrucis, no es para nosotros algo lejano e irreal   nos ha tocado tanto. Ver esa Cruz que esta cargando la humanidad, esa Cruz con la que estamos caminando en medio de caídas, la enfermedad nos ha hecho caer y parece que no nos podemos levantar, que nuestras fuerzas menguan y nuestras piernas tiemblan, sin embargo ahí en la sala de nuestra casa hemos contemplado a ese Cristo que se levanta, no una, ni dos sino tres veces. Yo he contemplado en ustedes a ese Cirineo y a esas mujeres, a esa Mujer María, he sentido como se ha hecho tan actual ese caminar y ayudar. Ese dolor que se ha hecho oración y no me canso de repetir sus heridas nos han curado.

Ha entrado, lo hemos sacrificado, nos hemos untado su sangre en el camino y la Cruz, como regadera de agua fresca que cae sobre el cuerpo o la planta que se vuelve a reanimar por esa ducha Divina los he visto a ustedes. He sentido tan sinceras las palabras y los gestos. Ha sido una verdadera experiencia de ese Dios que nos ha seducido. En la Sagrada Escritura descubrimos en nuestros conservatorios ese versículo del libro de las crónicas que es en este momento mi seguridad y nuestra esperanza. 

" Yahveh, pues, envió la peste sobre Israel y murieron setenta mil hombres. Yahveh mandó un Ángel contra Jerusalén para destruirla; pero cuando ya lo estaba haciendo Yahveh miró y se arrepintió del mal y dijo al Ángel exterminador: «Basta ya, retira tu mano.» 1 Crónicas 21,14-15

He aquí la respuesta a que todo esto pase. Dios ha visto, nos esta viendo. He podido contemplar la noche Santa en el calor de la hoguera familiar las historia de nuestra Salvación, la historia del querer de Dios, que como un abuelo de cabellos canosos y palabras lentas proclamaba la historia a sus nietos que a sus pies escuchan sus aventuras y anécdotas de vida y quedan plasmadas en el corazón de por vida. He escuchado a mi amor y mi esperanza de mañana. No esta aquí ha Resucitado. 

Queridos todos serían muchos los relatos que seguirán saliendo de nuestro corazón y que deslizándose por nuestros dedos se convierten en letras. Letras que van cargadas de imágenes, de sueños y de amores. 

Por ahora basta decir que grande es Dios que nos permite vivir este momento de nuestra historia, una historia en familia, una historia como Iglesia. Es tan grande el hecho de la Resurrección que hoy el día amaneció diferente, el corazón tiene un no se que en nos donde. Es tan bella la resurrección que el gallo canto tres veces y no para recordarnos que hemos negado al Señor sino que amanecimos en el Señor, es tan grande la Resurrección que hasta los perros de nuestros vecinos querían hablar y recordar que el Creador sigue actuando, la tarea sería aprender perruno y nos sorprenderíamos de los que esos hermosos animales nos han y siguen diciendo.

Jesucristo ha Resucitado, verdaderamente ha Resucitado. 

Con Dios a Golpe de sorpresas. 



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